domingo, 27 de marzo de 2011

La orfandad tutelar en el paso de la educación media a la educación superior

Una problemática particular que viven los profesores universitarios, pero particularmente los que trabajan con los primeros semestres, es la confrontación de la actitud personal del estudiante que recién llega de su bachillerato frente a las obligaciones y deberes que le exige la institución universitaria. Pareciera ser un lugar común el asumir una postura vertical de frente al estudiante en la que se le recuerda permanentemente como éste ya se encuentra en la universidad, y por lo tanto tiene la obligación de asumir sus responsabilidades con la seriedad e independencia de un adulto. Se le insiste que en esta etapa de su vida nadie velará porque actúe de esa forma, por lo que es de su entera responsabilidad el buen desempeño en sus estudios, configurando esta actitud un cuadro de ruptura abrupta en la cultura disciplinar del estudiante, quien queda de un día para otro en una especie de orfandad  tutelar.


Sin embargo si nos atenemos a los planteamientos de Piaget, el último estadio del desarrollo humano denominado del pensamiento formal, comienza en los 12 años, pero Piaget no nos precisa sobre la edad final de la misma, entendiendo que esta debe darse en un momento más bien impreciso y variable para cada individuo, poco después de la adolescencia. Como quiera que ésta es la época en que comienzan sus estudios superiores la mayoría de estudiantes, es de entender el carácter variado en cuanto desarrollo de la personalidad que exhiben los estudiantes de primeros semestres. De ésta forma resulta pedagógicamente contraproducente tratarlos como si fueran adultos plenamente formados, confiando en que ésta actitud vertical contribuya para que se acelere el emparejamiento en las diferencias actitudinales de los estudiantes.

En el taller de proyectos de mi institución universitaria se han hecho importantes esfuerzos por estructurar sus contenidos y prácticas académicas para que resulten lo menos traumáticas para los estudiantes, configurando algo así como una especie de etapa transicional entre el colegio y la universidad. Los beneficios de esta práctica no han sido muy diferentes a los resultados obtenidos en cursos de enfoque tradicional. Esto demuestra que el problema quizás no sea de contenidos o clase de prácticas, sino de más bien de las actitudes profesorales, y quizás de las formalidades o protocolos académicos institucionales, las cuales deberán tener en cuenta y adaptarse a un tipo de estudiante del que sabemos y no se debe ocultar, atraviesa por un proceso de consolidación de su personalidad adulta. Ésto resulta más acucioso si se tiene en cuenta que esta etapa se caracteriza por una actitud de rebeldía del estudiante frente a toda forma de autoridad, tanto la que viene de padres como de profesores, y que es fuente permanente de conflictos entre profesores y estudiantes en los primeros semestres de la educación superior. Por lo tanto sería pertinente entender que contribuciones importantes a la práctica pedagógica apuntan a solucionar la problemática aquí descrita.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo en que la dificultad para un primíparo radíca en los modos de hacer y la carga de responsabilidad, y no en las temáticas. Yo preguntaría si es posible identificar los protocolos que debe adelantar un estudiante universitario, en las oficinas, frente a los docentes, con los calendarios, etc. Para frente a esto proponer unas guías pormenorizadas, unos comités intercurso que apoyen a los compañeros, etc.

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